Sobre la autora: Zulnette García Ramos es la Tejedora de Movimiento de la Fundación de Mujeres en Puerto Rico. Es activista feminista, educadora y organizadora comunitaria oriunda de San Germán, Puerto Rico. Con más de 17 años de experiencia en el sector sin fines de lucro, ha trabajado ampliamente en educación sobre salud sexual y reproductiva, prevención de violencia doméstica y empoderamiento económico de las mujeres. Zulnette ha desempeñado roles en organizaciones como Taller Salud, Proyecto Matria y Casa Protegida Julia de Burgos, y ha sido consultora y operadora de líneas de emergencia para casos de violencia sexual. También es fundadora de La Juntilla X, un colectivo de performance feminista, y cofundadora de Albanistería, un proyecto que busca cerrar la brecha de género en oficios no tradicionales mediante la capacitación de mujeres y niñas en carpintería y artesanía. En 2021, recibió el premio Voz Visionaria del Centro Nacional de Recursos sobre Violencia Sexual.
¿Cómo se ve la resistencia feminista en Puerto Rico?
La pregunta deja de ser retórica y sencilla. Tiene muchas respuestas, muchos cuerpos y muchos territorios. Algunas se escuchan en gritos frente a La Fortaleza; otras se tejen en silencio, entre compañeras que cuidan, educan, organizan y construyen. La resistencia feminista aquí no es lineal ni uniforme. Es múltiple, afectiva, material y política. Y sobre todo, es colectiva.
Desde la perspectiva de la Fundación de Mujeres en Puerto Rico, la resistencia además de ser oposición: es creación y propuesta. Es construir alternativas que desafíen las estructuras coloniales, patriarcales y racistas que nos quieren aisladas y en silencio. Resistimos cuando tejemos redes y desarrollamos alianzas, cuando ocupamos espacios, cuando exigimos y proponemos políticas públicas con perspectiva de género y también cuando cocinamos para la asamblea del domingo o compartimos saberes en un taller de autodefensa.
En el archivo del proyecto Documentos de los Feminismos en Puerto Rico, se registra una memoria viva de estas luchas. Lo que emerge allí se aleja de un feminismo homogéneo, es una constelación de prácticas: desde performances que denuncian la violencia de Estado, hasta propuestas pedagógicas en salones de clases rurales, pasando por los cantazos de las huelgas universitarias, los talleres de autocuidado, y los manifiestos desde las cárceles.
Como señala uno de los textos del archivo:
“Nuestra resistencia es cotidiana, creativa, política y amorosa. Ocurre en las calles, en las casas, en las escuelas, en los hospitales. Estamos en todas partes.”
Mucho se dice que el feminismo es occidental, blanco y elitista. Pero en Puerto Rico, hemos visto precisamente la resistencia en reaprender, en reeducarnos y en gestionar otro feminismo. Uno que ha sido, y sigue siendo, trinchera comunitaria, que siembra en terreno baldío, que confronta y que consuela. Feminismo aquí es luchar por agua potable en Guayama, por energía limpia en Salinas, por tierra para sembrar en Vieques, por el derecho a criar sin miedo en Loíza. Es exigir una y otra vez que se nombren las manifestaciones de violencia, y que se escuchen las voces negras, trans, cuir, migrantes y empobrecidas. Es decir, cómo propone la Fundación, que el poder colectivo de nuestras comunidades es capaz de resistir y también de transformar.
Otra voz desde el archivo lo resume con claridad:
“No estamos esperando a que nos liberen. Nosotras mismas estamos construyendo el mundo que necesitamos para vivir.”
En estos tiempos de emergencia climática, desplazamiento, austeridad impuesta y feminicidios silenciados, el feminismo es respuesta urgente. Pero también es estrategia para el presente y el futuro. Nos negamos a que la niñez crezca en un país sin políticas de equidad, sin autonomía, sin tierra. Por eso, la resistencia se ve también como un campamento para niñas adolescentes, como un mural que exige justicia, como una ley redactada con enfoque interseccional. Se ve como nosotras, en plural.
Y en ese plural se reconoce la intención de esta Fundación: apoyar a las que ya tienen voz, y a las que aún no han sido escuchadas. Elevar sus historias, amplificar su poder. Porque la resistencia, si no es de todas y de todes, no nos sirve.
Resistir es insistir en que otro Puerto Rico es posible —y que lo vamos a construir juntas y juntes.